20 AÑOS CONVIVIENDO CON EL EURO

    La existencia de una moneda común, el euro, es posiblemente uno de los mayores y más costosos logros de la Unión Europea (prueba de ello es que comenzó a diseñarse en 1969 y no se completó su diseño, con muchas limitaciones, hasta 1999), facilitando el funcionamiento del mercado único europeo y limitando los costes de transacción para las empresas y para la ciudadanía, que de esa manera también ha aumentado su sentido de pertenencia a Europa. El 1 de enero de 2002 el euro entró en nuestras vidas, constituyéndose el cambio de moneda más importante de la historia; según el Banco de España, el sector bancario, las empresas de transporte de fondos, el comercio, y, por supuesto, todos los ciudadanos, contribuyeron al éxito de este enorme reto.

    Volviendo nuestra mirada hacia el presente, este 1 de enero de 2022 se han cumplido dos décadas de esta efeméride, y celebramos por ello los 20 años de la unificación monetaria europea, conmemorando la fecha en la que se pusieron en circulación los billetes y monedas en euros en los 12 países que por aquel entonces conformaban la Unión Económica y Monetaria, entre ellos, España; siendo en la actualidad el euro la moneda de 19 de los Estados miembros de la Unión Europea y de 340 millones de europeos, y habiéndose convertido en un símbolo de la integración europea y en una divisa sólida y segura, en la que confían los ciudadanos.

    Por ello, estamos de celebración, y consideramos conveniente analizar el recorrido que hemos realizado de la mano de esta moneda única europea, durante las últimas dos décadas, examinando todo lo que ha traído consigo, lo que hemos ganado y perdido con su instauración.

    En este balance, es justo reseñar que el euro ha contribuido a la estabilidad del tipo de cambio entre los diferentes países miembros de la Unión Europea, permitiendo que las empresas que comercian con países del euro hayan suprimido el riesgo cambiario y hayan mejorado su certidumbre a la hora de importar y exportar; observándose también que ha ocurrido lo mismo con el turismo, lo que ha venido especialmente bien a la economía española, muy dependiente de este sector. Además, su conformación como una divisa potente a nivel mundial ha contribuido a estabilizar su utilización y valor.

    Pero, asimismo, es constatable que la instauración de esta moneda también ha traído consigo algunas desventajas, asociadas a la implantación de la misma política monetaria para economías muy distintas entre sí, con diferentes niveles de salarios, inflación, modelos productivos y ciclos económicos; y a  la pérdida de la soberanía monetaria de los países miembros, que no sólo no pueden utilizar ya su política cambiaria, sino que no disponen de un banco central propio que respalde sus políticas fiscales, pasando a depender su sostenibilidad fiscal de las decisiones del Banco Central Europeo. Inconvenientes que se podrían compensar con una mayor unión política, fiscal y bancaria entre todos los estados miembros.    

    Asomándonos a la realidad de España, el euro ha supuesto para nuestro país estabilidad económica y capacidad de crecimiento, pues ha propiciado un marco de estabilidad cambiaria y monetaria que ha favorecido la capacidad de crecimiento y el avance en la convergencia con la Unión Europea (UE); aunque en estas dos décadas estos logros se han visto ensombrecidos con las notables alzas de precios que trajo consigo al entrar en circulación o con su incapacidad para amortiguar la crisis financiera.

    Los expertos consultados creen que la convivencia con el euro ha sido para España bastante positiva (y más en una etapa en la que hemos tenido que vivir catástrofes como la crisis financiera de 2008 y posteriormente la crisis provocada por la pandemia en los últimos dos años), dado que ha propiciado un marco de estabilidad cambiaria y monetaria que ha favorecido la capacidad de crecimiento y el avance en la convergencia con la Unión Europea (UE). Aun así, es una realidad que la entrada en circulación del euro supuso una subida de los precios de consumo que elevó la inflación del 2,7% de diciembre de 2001 al 4% en diciembre de 2002, aunque la ciudadanía percibió que el incremento fue mayor (pues en muchos casos el cambio aplicado fue de 1 euro por cada 100 pesetas); pero, pese a que la entrada del euro provocó alzas en los precios, también permitió crecer al país por encima del 2 % y crear empleo en un momento de desaceleración.


    A nivel europeo, la moneda única ha ayudado de manera determinante a facilitar el comercio intracomunitario, algo que ha beneficiado a España, cuyos principales mercados de exportación son Francia y Alemania, pues a nivel nacional tener una divisa con el Banco Central Europeo (BCE), alejado del poder político, nos ha permitido tener una inflación baja a lo largo de los últimos años y eso es muy positivo para la economía. Además, nos permite acceder a una financiación internacional mucho más barata, y como la deuda es en euros no hay peligro de que se devalúe.

     Sin embargo, estas dos décadas de vida no han sido fáciles para el euro, y pudimos asistir a su primer tambaleo en 2007 por culpa de una crisis que arrancó en Estados Unidostras la caída de Lehman Brothers, y que se trasladó a Europa convertida en crisis de deuda soberana, llevándonos incluso a cuestionar su viabilidad. En esta crisis financiera aprendimos los riesgos de la segmentación financiera en el área del euro y como respuesta se hizo un programa de reforma de la gobernanza del euro; con la COVID se ha evitado que se repitan aquellos episodios de fragmentación con el despliegue de herramientas fiscales y monetarias muy potentes.

    Por consiguiente, el proyecto europeo resurgió y la crisis de la COVID-19 vino a confirmar la utilidad de la Unión Europea y, por consiguiente, del euro entre sus ciudadanos, aunque dificultado por el hecho de que los países miembros aún no han alcanzado los niveles de PIB previos a la pandemia y esta sigue presente en nuestras vidas (la variante ómicron), o por la circunstancia de que los precios de las materias primas o de la energía eléctrica y del gas andan disparados.

    Ante todo lo expuesto, los economistas consultados coinciden en afirmar que “el euro está aquí para quedarse”, ya que “es muy complicado deshacer este tipo de decisión”; y es que cuando los países decidieron formar la unión monetaria, decidieron también compartir una parte importante de la soberanía nacional y renunciaron básicamente a usar un instrumento clave de estabilización macroeconómica de los ciclos económicos nacionales, que son la política monetaria y el tipo de cambio: y esto es difícilmente reversible.

    Pues es un hecho, que nadie puede discutir, que la moneda común europea se ha convertido en la segunda moneda más utilizada del planeta: un 36% de las transacciones internacionales se realizan en la divisa común, frente al 40% que emplean el dólar, lo que resulta coherente con el hecho de que la eurozona constituye un 12% de la economía mundial, a muy poca distancia de la economía estadounidense.       

    Y ahora, después de 20 años, el Banco Central Europeo (BCE) ha decidido actualizar el aspecto de los billetes de euro de forma que sean innovadores y seguros y que los europeos de todas las edades y procedencias puedan identificarse con ellos, ya que son un símbolo tangible y visible de la unión en Europa, especialmente en tiempos de crisis, y su demanda sigue siendo intensa. Se espera que los nuevos diseños de los billetes estén listos en 2024.





Publicar un comentario

0 Comentarios